Como detectar mentiras "Paul Ekman"
Las mentiras fallan por muchos motivos. Quizá la víctima del engaño descubra accidentalmente la verdad al encontrar un documento escondido o una mancha de barra de labios en un pañuelo. También puede ocurrir que otra persona delate al mentiroso: un colega envidioso, una esposa abandonada, un informante que ha sido pagado para ello, son algunas de las fuentes básicas de detección de los engaños. Sin embargo, lo que aquí nos importa son los errores cometidos durante el acto mismo de mentir contra la voluntad del que miente, conductas que llevan sus mentiras al fracaso.
La pista sobre el embuste o la auto delación puede presentarse en un cambio de la expresión facial, un movimiento del cuerpo, una inflexión de la voz, el hecho de tragar saliva, un ritmo respiratorio excesivamente profundo o superficial, largas pausas entre las palabras, un desliz verbal, una micro expresión facial, un ademán que no corresponde. La cuestión es: ¿por qué no pueden evitar los mentirosos estas conductas que los traicionan? A veces lo consiguen.
Hay mentiras ejecutadas hermosamente, sin que nada de lo que se dice o hace las trasluzca. ¿Pero por qué no sucede esto en todos los casos? Las razones son dos, una de ellas vinculada con los pensamientos y la otra con los sentimientos.
Hay mentiras ejecutadas hermosamente, sin que nada de lo que se dice o hace las trasluzca. ¿Pero por qué no sucede esto en todos los casos? Las razones son dos, una de ellas vinculada con los pensamientos y la otra con los sentimientos.
MALOS PLANES
No siempre los mentirosos prevén en qué momento necesitarán mentir; no siempre tienen tiempo de preparar el plan que han de seguir, ensayarlo y memorizarlo. En el episodio citado de la novela Marry Me, de Updike, Ruth no previo que su marido, Jerry, la oiría hablar por teléfono con su amante.La historia que inventa sobre la marcha "que habían llamado de la escuela dominical para saber si inscribiría a sus hijos" la traiciona, porque no concuerda con lo que su marido escuchó.
Aun cuando el mentiroso tenga la oportunidad de prepararse por adelantado y de montar cuidadosamente sus planes, t al vez no sea lo bastante sagaz como para anticipar todas las preguntas que pudieran hacérsele o para meditar sus respuestas.
Y hasta puede suceder que su sagacidad no alcance, ya que cambios insólitos en las circunstancias quizá den por tierra con un plan que, de lo contrario, habría resultado eficaz.
Durante la investigación judicial por el caso Watergate, el juez federal John J. Sirica describió un problema de esta índole al explicar sus reacciones ante el testimonio de Fred Buzhardt, asesor especial del presidente Nixon: " El primer problema que enfrentó Fred Buzhardt al tratar de justificar el hecho de que faltaran cintas grabadas fue conseguir que su historia fuese coherente.
El primer día de la audiencia, Buzhardt manifestó que no había ninguna cinta de la reunión mantenida por el presidente con Dean el 15 de abril a raíz de que (...) había fallado un cronómetro. (...) Pero poco después modificó esta explicación primitiva. [Buzhardt se había enterado de que podrían llegar a conocerse otras pruebas que demostrasen que los cronómetros habían funcionado perfectamente.] Dijo entonces que la reunión del 15 de abril con Dean (...) no había sido grabada porque las dos cintas disponibles estaban llenas con lo registrado el día anterior, durante el cual se habían llevado a cabo muchas reuniones".
Aunque las circunstancias no obliguen al mentiroso a cambiar sus planes, algunos tienen dificultad para recordar el plan que habían resuelto seguir primitivamente,
con el fin de poder responder presta y congruentemente a las nuevas preguntas que se les formulan.
Cualquiera de estos fallos —no anticipar en qué momento será preciso mentir, no saber inventar un plan adecuado a las circunstancias cambiantes, no recordar el plan que uno ha decidido seguir— genera indicios del engaño fácilmente detectables.
Lo que el sujeto dice es en sí mismo incoherente o bien discrepa con otros hechos incontrovertibles que ya se conocen en ese momento, o que se revelan más tarde.
Estos indicios obvios del engaño no son siempre tan confiables y directos como aparentan. Un plan demasiado perfecto y sin tropiezos puede delatar a un estafador que se las piensa todas. Para peor, algunos estafadores, sabiendo esto, cometen deslices deliberados a fin de no parecer perfectos. El cronista e investigador James Phelan describió un caso fascinante en su relato sobre la falsa biografía de Howard Hughes.
Hacía años que nadie había visto a Hughes, lo cual no hacía sino aumentar la fascinación del público ante este multimillonario que rodaba películas de cine, era dueño de una compañía aérea y de la mayor casa de juegos de azar en Las Vegas. Hacía tanto tiempo que nadie lo veía, que hasta se llegó a dudar de que estuviera vivo. Fue sorprendente que una persona tan recluida autorizase a alguien a escribir su biografía, y sin embargo eso es lo que sostuvo haber hecho CiiíTord Irvin . La editorial McGraw-Hill le pagó 750.000 dólares por publicarla, y la revista Life 250.000 dólares por reproducir sólo tres fragmentos... ¡y todo resultó un fraude! Clifford Irving era " . . . un gran estafador, uno de los mejores. He aquí un ejemplo.
Cuando lo indagamos por separado varios de nosotros, tratando de que nos diera pormenores de su historia fraguada, jamás cometió el error de contarla dos vetes de la misma manera.
Incluía pequeñas discrepancias, y cuando se las mencionábamos, las admitía enseguida. Un estafador común y corriente habría inventado una historia perfecta en sus más mínimos detalles, para poder narrarla una y otra vez sin apartarse una coma. Un hombre honesto comete por lo común pequeños errores, particularmente si debe relatar una historia larga y complicada como la de Cliñbrd, Pero éste era lo bastante sagaz como para saberlo, y ofreció una soberbia personificación de un hombre honesto. Si lo sorprendíamos en algo que parecía estar en contra de él, espontáneamente nos decía: "Ay, ay, eso no me favorece, ¿no es así? Sin embargo, las cosas sucedieron como les digo". Transmitía la imagen de un hombre sincero, aunque le perjudicase... y por otro lado nos soltaba una mentira tras otra".
Contra esta clase de sagacidad no hay protección posible: los estafadores más habilidosos logran, de hecho, sus propósitos. Pero no todos los que mienten son tan tortuosos en su engaño.
La falta de preparación o la imposibilidad de recordar el plan adoptado puede ofrecer indicios en cuanto a la forma de formular el plan, aunque no haya ninguna incongruencia en su contenido. La necesidad de pensar de antemano cada palabra antes de decirla —de sopesar todas las posibilidades, de buscar el término de idea exactos— se evidenciará en las pausas, o bien, más sutilmente, en una contracción de los párpados o de las cejas y en ciertos cambios en los gestos y ademanes.
No es que la consideración cuidadosa de cada palabra antes de pronunciarla sea siempre señal de engaño, pero en ciertas circunstancias lo es. Cuando Jerry le inquiere a Ruth con quién estaba hablando por teléfono, cualquier signo de que ella estaba seleccionando minuciosamente las palabras al responder indicaría su mentira.
Paul Ekman




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